El balido de los corderos, de los Carabineros
bajo un cielo color lengua de quien amas al volver del trabajo,
la cordillera prudente como tonada, como óleo suave
del comandante en el comedor de la casa donde almuerza el viajero.
Los Carabineros, pinos que resguardan la blancura de la nieve,
la felicidad que encontramos en el solo balido.
A los que hoy condenan sus palos
de hace treinta y cuatro años, informo:
Ya entonces golpeaba este camarada a su mujer, duro y parejo,
y no cesó al mandarla a la Unidad de Cuidados Intensivos el 78,
ni al alcoholismo el año 80, ni con su depresión actual.
Ni lo medró el escape sucesivo de sus hijos el 81, el 84 y el 86.
Menos iba a cambiar bajo el arco iris de la democracia:
está el marco y falta la foto
la ventana abierta sin la dueña de casa.
Algunas fueron violadas cuando salieron a la calle,
más lo son quedándose adentro, donde no balan los corderos.
(Enrique Winter)
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