jueves, 22 de julio de 2010

Muerde el zelota el fruto de su Nuevo Testamento

Y el fruto era ese y no otro,
manzana machucada por el texto y la
culpa. Los ojos del zelota fijos en el
devenir de la Historia, sin saberlo; a ella
pertenecen los aullidos de los muertos, a ella los
jirones de las blancas túnicas y el rojinegro de las
banderas replegadas; la media asta, como
concepto, es una forma de ser a fin de cuentas. El
luto es una ética, paralela a los cordeles de colgar la
ropa en los edificios de la Villa Portales, donde un día
explotaron las bombas con sus jóvenes a cuestas. El zelota
mira el desparrame de vidas sobre el pasto de Chile,
campo de batalla donde aún es posible el socialismo y sus errores,
sus aciertos. De una forma u otra todos
seguimos caminando a la deriva, con la cara
rota frente al viento
de espaldas a la proa, sin el mando
de las nuestras vidas.

En cada retazo de cariño, en cada hijo
subsiste el relato, la puesta en
escena de esos años sin retorno ni doble
lectura posible: pálidos y dolorosos
sobrevivientes de una guerra
perdida, somos los huesos con que jugarán
nuestros nietos en la arena
de los bosques australes.

(Camilo Brodsky)

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