sábado, 24 de julio de 2010

A Rodrigo


No sé si la poesía salvará almas, pero si sé que expía penas.

¿Por qué no al indulto de asesinos?

Porque nadie indultó a los que murieron creyendo en las utopías.

Porque no solo asesinaron personas, también aniquilaron el alma de un pueblo

Porque una madre y un padre rompen en llanto al decir que su hijo no aparece,

Al saber que su hija fue asesinada y que aquel nieto en su vientre se desvaneció como la esperanza un 11 de septiembre.

Por qué no al indulto de torturadores?

Porque cuando las cuerdas y las cadenas frías apretaban las muñecas de las manos trabajadoras, y los gritos de dolor por las extremidades entumecidas eran ahogados en un balde de agua fría, nadie… escuchen bien… nadie, indultó al que sufría.

Por qué no al indulto de violadores?

Porque la sangre entre las piernas dormidas no se olvida, porque el dolor de la penetración forzada deja una surco doloroso en la mente y el alma de mujeres y hombres sometido al vejamen.

Por qué no al indulto de los que planificaron estas atrocidades?

Porque ellos son los peores…

Son los que dormían en sábanas blancas mientras soñaban como hacer más mísera, la misma miseria humana

Porque la sangre fría corre por sus venas y no se abrigará jamás.

Porque eran ellos, los que abrazaban a sus hijos imaginando como lacerar las vísceras de los hijos ajenos.

Porque son los más cobardes y les ordenaron a otros enfrentar los dulces y asustados ojos de la compañera secuestrada.

Porque son los más cobardes y les ordenaron a otros mutilar la música del cantor mientras cantaba.

Porque son los que no se han arrepentido,

los que están convencidos que lo hecho fue por la patria,

los que abandonaron y mintieron incluso a sus propios compañeros.

¿Por qué no al indulto?

Porque no se trata de no perdonar sino de hacer justicia,

Porque ellos mismos quieren ser condenados

Porque un frío día, como este, conversando con uno de ellos

En su propia casa y a llantos hipados me decía:

“Quiero pagar por lo que hice,

mi alma nunca estará tranquila si no cumplo la condena en vida”.

Hice mal y me arrepiento decía,

Quiero vuestro perdón, pero también sé que debe haber justicia.

(Mónica Vargas Aguirre)

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